Hace mucho
tiempo, en algún lugar del bosque de niebla vivían dos animales con una gran
amistad, la liebre y la tortuga, tan conocidos en la zona por su rara amistad
como por la gran diferencia que había entre ambos en lo que actividad sexual se
refiere. La liebre era famosa por su gran sexapil y por conseguir llevarse a la
cama a toda hembra que pasara por su vera. La tortuga, por el contrario, tenía
la fama contraria, no conseguía llevarse a la cama a ninguna tortuga hembra de
la zona.
La tortuga
desesperada por sus ansias de quitarse la virginidad de una vez por todas,
pedía ayuda una y otra vez a su amigo, pero la liebre siempre le daba largas
porque daba su caso por casi imposible, ya que la tortuga no era muy agraciada
en aspecto físico. Pero un día a la tortuga se le ocurrió una idea a sabiendas
de que en inteligencia sí que superaba con creces a su amigo. Se le ocurrió
organizar una carrera en la que compitiesen ellos dos, y que si él ganaba, la
liebre debía de ayudarle a conseguir quitarse la virginidad. La liebre,
haciendo gala de su ingenuidad, aceptó la propuesta entre risas dando por
supuesto que ganaría la carrera.
Llegó el día
de la carrera, y muchos de los animales que se había hecho eco de la carrera se
acercaron a la zona para ver el evento. Todas las apuestas daban por clara
ganadora a la liebre. Nadie era capaz de predecir lo que realmente iba a pasar
esa tarde. Y es que la tortuga, que era un animal muy inteligente, había
hablado con una de las liebres hembras más guapas y atractivas de toda la zona
para que distrajese a su amigo. La guapa y atractiva liebre hembra aceptó sin
dudarlo ya que a ella también le atraía mucho su amigo.
Comenzó la
carrera, y obviamente, la liebre empezó a sacar más y más distancia a su amigo
tortuga. Por el camino se encontró a la joven y atractiva liebre, y como era de
esperar, cuando ella intentó llamar su atención, éste cayó en la trampa. Ella
le propuso ir a su casa para practicar sexo, y el amigo de la tortuga aceptó
creyendo que llevaba una distancia más que suficiente para ir a casa de la
liebre hembra, volver y ganar la carrera. Y pasó que esto no sucedió, la liebre
se retrasó demasiado y su amigo tortuga ganó la carrera, y consecuentemente, la
apuesta. Lo que no se imaginaba la tortuga es que las consecuencias de haber
ganado la carrera no iban a quedar ahí. Su victoria sobre la liebre resonó
tanto que le dio una fama que hizo que más de una tortuga hembra se interesara
por él y quisiera llevárselo a la cama.
Moraleja
para la liebre: si te obsesionas con el sexo, puedes llegar a hacer cosas por
conseguirlo que te hagan perder otras más o menos importantes.
Moraleja
para la tortuga: a veces, por mucho que hagas por conseguir sexo, te vendrá
cuando menos te lo esperes.